La pobreza de tiempo no es solo una cuestión de organización personal, es una consecuencia estructural de un modelo económico y cultural que privilegia la cantidad de horas trabajadas por encima de los resultados, el bienestar y la equidad. Este fenómeno afecta con especial crudeza a las mujeres, quienes soportan una doble jornada (remunerada y no remunerada), y a los trabajadores con menores ingresos, que dependen de largas horas laborales para subsistir.
¿CÓMO CONTRIBUYE LA ACTUAL JORNADA LABORAL EN MÉXICO?
De acuerdo con la OCDE, México tiene una de las jornadas laborales más largas de los países que integran la organización: más de 2,000 horas anuales por trabajador, frente al promedio de 1,730 horas del bloque. Esta extensión no se traduce en mayor productividad: el país se ubica entre los últimos lugares en productividad por hora trabajada, de acuerdo con el Banco Mundial (World Development Indicators – Labor productivity and income, 2022), incluso por debajo de países con jornadas más cortas como Alemania, Noruega o Francia.
Este desfase evidencia un problema estructural: se trabaja mucho, pero se produce poco. El modelo laboral dominante favorece una cultura de presencia de acuerdo con un reporte de Dalia Empower de 2023 que asociar compromiso con largas jornadas en la oficina. más que una orientación a resultados. Esta lógica no solo perpetúa la pobreza de tiempo, sino que tampoco genera un retorno proporcional en rendimiento económico ni bienestar.
Las largas jornadas también erosionan la salud mental y física de los trabajadores, elevan los niveles de estrés y limitan el tiempo disponible para actividades que fomentan el desarrollo personal y familiar como el descanso, la educación continua, el ejercicio, o el cuidado de personas dependientes.
¿CÓMO PODRÍA LA REDUCCIÓN DE LA JORNADA AYUDAR A COMBATIR LA POBREZA DE TIEMPO?
La reducción de la jornada laboral no es una panacea, pero representa una herramienta poderosa para redistribuir el tiempo hacia actividades que enriquecen la vida. Si se implementa con visión estratégica, podría ser un punto de inflexión para romper el círculo vicioso entre largas jornadas, baja productividad y pobre calidad de vida.
Los beneficios esperados incluyen:
• Más tiempo para la vida personal y familiar. Disponer de dos días de descanso por cada cinco trabajados permite fortalecer relaciones afectivas, invertir en educación o emprender proyectos propios. Para las mujeres podría aliviar la sobrecarga de cuidados y para los hombres abrir espacios para asumir corresponsabilidad en el hogar.
• Mejora del bienestar integral. Estudios internacionales muestran que jornadas más cortas reducen el ausentismo, las licencias por enfermedad y el burnout. A su vez, aumentan la motivación, satisfacción laboral y permanencia en el empleo con impactos positivos en la productividad global de las empresas.
• Catalizador para la modernización organizacional. Reducir horas obliga a rediseñar procesos, eliminar ineficiencias, implementar tecnologías y medir por resultados, no por permanencia. En este sentido, la reforma puede ser un impulso para acelerar la transformación digital de las empresas mexicanas.
¿QUÉ CONDICIONES DEBEN ACOMPAÑAR ESTA REFORMA PARA QUE SEA EFECTIVA?
La sola reducción legal de horas no garantiza un impacto positivo si no se acompaña de transformaciones estructurales. Entre las condiciones indispensables para su éxito destacan:
• Rediseñar procesos para aumentar la productividad. No se trata solo de trabajar menos, sino trabajar mejor. La adopción de modelos ágiles, metodologías de eficiencia operativa y mejora continua será esencial.
• Fomentar la digitalización y automatización. Especialmente en sectores rezagados en tecnología, la incorporación de herramientas digitales puede compensar las horas reducidas sin afectar la producción.
• Transitar hacia una medición por objetivos. Abandonar la cultura del “calentar la silla” exige establecer indicadores de desempeño claros y medibles.
• Fortalecer la vigilancia y cumplimiento laboral. Es imperativo evitar que la reforma quede en letra muerta. No se trata de cumplir por cumplir, sino de lograr los beneficios que estas reformas implican. Es un tema que deberá ser cuidado muy de cerca por los órganos de gobierno corporativo.
• Incluir al sector informal e independiente. La mitad de los trabajadores en México está fuera del marco legal laboral. Para lograr una transformación equitativa se requiere diseñar mecanismos que les extiendan estos beneficios, ya sea mediante esquemas de incorporación gradual o incentivos a la formalización.
¿QUÉ RIESGOS O RETOS HAY QUE CONSIDERAR?
Como toda reforma estructural, esta propuesta enfrenta desafíos importantes que deben abordarse con inteligencia y responsabilidad:
• Riesgo de intensificación del trabajo. Si la jornada se reduce sin modificar procesos, existe el peligro de que los empleadores aumenten la presión sobre los trabajadores para producir lo mismo en menos tiempo, lo cual puede incrementar el estrés y anular los beneficios esperados.
• Posibilidad de disminución salarial encubierta. Aunque la reforma contempla mantener el salario semanal intacto, algunas empresas podrían buscar mecanismos indirectos para compensar el costo, como eliminar prestaciones, frenar aumentos salariales o incrementar el trabajo informal.
• Impacto desigual según sector y tamaño de empresa. Las micro y pequeñas empresas, especialmente aquellas con bajos márgenes o alta intensidad de mano de obra, podrían enfrentar mayores dificultades para adaptarse. Por ello, será necesario considerar mecanismos de apoyo transitorio como créditos fiscales, asistencia técnica o escalonamiento sectorial.
• Desfase con el mercado informal. Mientras la economía informal mantenga jornadas ilimitadas sin regulación, existe el riesgo de que los beneficios de la reforma profundicen las brechas entre trabajadores formales e informales en lugar de cerrarlas.
EL IMEF ANTE LA COYUNTURA: VISIÓN DESDE EL EQUILIBRIO
Desde el Comité Técnico Nacional de Seguridad Social del IMEF, hemos sostenido que la reducción de la jornada laboral debe ser vista como una política de desarrollo humano y protección social, y no solo como una medida laboral. En tanto que dignifica el empleo y redistribuye el tiempo social, sin reducción de sueldos encubierta para no afectar las prestaciones de seguridad social, especialmente las pensiones de los trabajadores, tiene potencial para generar beneficios transversales: salud pública, productividad sostenible, equilibrio de género y cohesión social.
Para las empresas, este cambio debe entenderse no como una amenaza, sino como una oportunidad para innovar en modelos de gestión, fidelizar talento y mejorar su reputación. Los costos iniciales pueden compensarse con mejoras en retención de personal, eficiencia operativa y atractivo organizacional.
Para el Estado, representa una oportunidad para alinear la legislación laboral con los estándares internacionales y responder a una demanda ciudadana por más tiempo para vivir.
TRABAJAR MENOS PARA VIVIR MEJOR
La pobreza de tiempo es una expresión moderna de desigualdad y combatirla exige decisiones valientes. La reducción de la jornada laboral no resolverá todos los males estructurales del mercado de trabajo mexicano, pero puede ser un catalizador hacia un modelo más equilibrado, justo y humano.
México no parte de cero. Tiene experiencias internacionales exitosas a las cuales mirar —como las de Chile, Islandia y España, refereciadas por la Organización Internacional del Trabajo en el informe el Tendencias mundiales del tiempo de trabajo y la productividad de 2024—, aunque un entorno político y social complicado; sin embargo es necesario madurar hacia esa transformación. El reto ahora es dar forma a una reforma técnica, progresiva y bien acompañada.
En una sociedad donde el trabajo ha ocupado el centro absoluto de la vida adulta, quizás sea tiempo de repensar la ecuación. Porque al final del día, el verdadero desarrollo no consiste solo en cuánto se produce, sino en cómo se vive.
*Socio de Crowe México y expresidente del Comité Técnico Nacional de Seguridad Social del IMEF
orlando.corona@crowe.mx
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión del IMEF.
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