André Kostolany está seguro de una cosa: a unos les gusta tener dinero, otros disfrutan más con la sola idea de ganarlo; a algunos les sirve esencialmente para comprar y para otros es, por encima de todo, un símbolo de poder y estatus. Sin embargo, el dinero entraña algo diferente.
El autor, especulador de origen húngaro, que escribió este libro pasados los noventa años tras una vida dedicada a pensar en el dinero, cree que el dinero significa, sobre todo, independencia que junto a la salud es el mayor de los privilegios.
En estas conversaciones en un café , Kostolany dice que, según su experiencia hay tres formas de enriquecerse rápidamente: gracias a un negocio fructífero, por medio de una idea de negocio afortunada o especulando, aunque “es evidente que también es posible convertirse en millonario al instante a través de una herencia o ganando la lotería, pero a diferencia de los tres métodos anteriores, a estos últimos no hay manera de controlarlos”.
Kostolany es considerado por muchos un gurú bursátil, pero él afirmaba que nunca acepto esa etiqueta porque un gurú es infalible y “yo sin duda no lo soy. Tan solo soy un muy mayor experimentado profesional de la bolsa. Ignoro que pasará mañana, pero sí sé lo que pasó ayer y lo que está pasando hoy. Aunque eso ya es mucho dado que muchos de mis colegas no lo saben”.
Quizá por lo anterior inicia su libro con el capítulo La fascinación por el dinero escribiendo que desde Aristóteles hasta Juan Pablo II, pasando por Francisco de Asís (el apóstol de la pobreza) o Marx, los intelectuales han deliberado con pasión una y otra vez sobre la siguiente cuestión desde el punto de vista moral, ¿la pasión por el dinero es aceptable y legítima?
Argumenta que, a pesar de que nunca se pusieron de acuerdo, todos ellos mostraron una fascinación similar por el dinero y sus efectos, “unos se sintieron horrorizados, los otros atraídos. Mientras que para Sófocles el dinero es el mal, en la novela El dinero, que tanto me gusta, Émile Zola formula una pregunta, ¿por qué el dinero ha de tener la culpa de todas las infamias que provoca?”.
El autor, el gran especulador, escribe que emitir un juicio objetivo hoy seguirá siendo imposible. La posición dependerá tanto en la postura filosófica como la situación material, “porque en muchos casos la motivación para declarar inmoral el ansia del dinero surge de la envidia y no de un anhelo de justicia”; pero, independientemente de la respuesta —dice— lo que es indiscutible es que el afán por el dinero es el motor principal el progreso económico y la posibilidad de ganar dinero desata la creatividad, la perseverancia y la tolerancia al riesgo de cada individuo.
El arte de reflexionar sobre el dinero. Conversaciones en un café es un texto que, además de desgranar los secretos y los trucos básicos de los especuladores y los principales factores que influyen en las subidas y bajadas del mercado de valores, deja una lección de vida, optimismo, buen humor y sabiduría. Es una lectura amena que nos presenta al físico Isaac Newton como un especulador bursátil sin éxito, al escritor Honoré Balzac como un apasionado de la bolsa, al filosofo Spinoza y al economista David Ricardo como grandes entusiastas de la especulación, entre otros muchos más que iniciaron con José de Egipto, el asesor financiero del faraón.