El camaleón. La invención de Donald Trump

A través de entrevistas con cientos de fuentes, incluidas varias con el propio protagonista de este libro, la autora analiza la maquinaria de poder del entorno político de Trump, pone nombres y apellidos a su círculo de confianza y explica con detalle su trayectoria empresarial, personal y política.

Sobre el libro

El camaleón. La invención de Donald Trump
Autora: Maggie Haberman
Editorial: Planeta

Datos del autor

Maggie Haberman es periodista y formó parte del equipo que ganó un Premio Pulitzer en 2018 por informar sobre las investigaciones de las conexiones de Donald Trump y sus asesores con Rusia. Ha sido miembro en dos ocasiones más de un grupo finalista para el mismo premio: en 2021 por informar sobre la respuesta de la administración Trump al coronavirus y en 2022 por la cobertura relacionada con los disturbios del 6 de enero de 2021 en el Capitolio. Antes de incorporarse a The New York Times como corresponsal de campaña, trabajó como reportera política en Politico, de 2010 a 2015. Anteriormente, colaboró en The New York Post y The New York Daily News.
El término “camaleón” se refiere a una persona que tiene la capacidad de cambiar de actitud y comportamiento, adoptando siempre el que más le conviene. Pocos adjetivos casan mejor con la personalidad de Donald Trump y ningún libro ha indagado tan a fondo en su personalidad y su carácter. Maggie Heberman inicia su trabajo, que ya se ha convertido en la biografía definitiva de la figura más polarizadora de nuestra era, así:

—¿Qué quieres qué diga?

Era era el 5 de mayo de 2016, dos días después de las primarias republicanas de indiana. Yo estaba en el asiento trasero de un taxi amarillo que circulaba por la Quinta Avenida, con el portátil en el rezago y un teléfono al oído.

Al otro extremo de la línea se hallaba el probable candidato republicano a la presidencia. Yo había contactado con su equipo por si tenían algo que comentar sobre las palabras de apoyo que le había mandado David Duke, ex líder del Ku klux klan, y antiguo político de Luisiana. En concreto, Duque acababa de esgrimir que la oposición a la campaña de Trump era obra de “extremistas judíos” y “supremacistas judíos”. Tal como hizo en otros momentos de la campaña, la liga antidifamación (ADL por sus siglas en inglés) urgió al candidato “rechaza rotundamente” las declaraciones.

Donald Trump me saludó y fue directo al grano.

—Justo me pillas con mis dos abogados judíos —dijo. Supuse que se refería a David Friedman y Jason Greerblatt, ambos representantes de su empresa, la Trump Organization—. Quiero hacer una declaración. ¿Lista? —me preguntó. Yo acerqué las manos al teclado—. El antisemitismo no tiene cabida en nuestra sociedad, que debería estar unida, no dividida.

Tecleé sus palabras, pero entonces hizo una pausa. Una pausa un pelín demasiado larga.

—¿ya está? —Pregunté.

Otra pausa.

Al final Trump dijo:

—¿Qué quieres que diga?

Trump era conocido por buscar mensajes que le ayudaran a satisfacer a su público, pero en ese contexto, su incertidumbre me desconcertó. No debería ser tan difícil saber qué decir para demostrar que quieres alejarte del supremacista blanco por antonomasia del país. Yo repetí lo que ya les había dicho a sus asesores de campaña: quería saber si iban a contestar o reaccionar a los comentarios antisemitas de Duque sobre los extremistas judíos. Trump debió percatarse de que su primera declaración había sido insuficiente y añadió que rechazaba “de medio a medio” las palabras de Duque. Colgamos pocos segundos después.

¿Qué quieres que diga? En ciertos aspectos era la pregunta que vertebraba la trayectoria de Trump como empresario; su éxito lo había convertido en una habitual de los tabloides de Nueva York. Donald Trump había sido un adolescente deportista y, luego, había soñado con hacer carrera en Hollywood, pero había terminado cumpliendo el deseo de su padre: que lo sucediera al frente del negocio inmobiliario de la familia. Sin embargo, lo que siempre quiso el hijo fue ser una estrella.



Esa pregunta guió a Trump y lo animó a proyectar la imagen que deseaba que la gente tuviera de él: la de un tiránico multimillonario arrellanado en una silla de cuero en el programa de telerrealidad The Apprentice. Él era un vendedor dispuesto a decir lo que fuera para sobrevivir 10 minutos más.

También lo movía a su fe en la repetición.

Erre que erre, transmitía a sus empleados y amigos una versión de la misma idea: si repites lo suficiente algo, esto se vuelve realidad. Juntos, esos instintos lo ayudaron a evitar los peligros públicos y privados durante casi medio siglo y se convirtió en la base de su filosofía política, primero como candidato y luego como presidente y ex presidente.

Aunque algunos de sus confidentes esperaban que Trump cambiará con el peso de la presidencia, eso nunca fue plausible. Con los años quienes se acercaban a él y decidían no alejarse solían deducir que se habían visto absorbidos por una especie de trump “bueno”.

El Trump bueno era capaz de mostrar generosidad y bondad, organizaba fiestas de cumpleaños a sus amigos y les preguntaba continuamente cómo andaban cuando caían enfermos. Cuando vivía en la Casa Blanca, hasta llamó por sorpresa la hija de un aliado político suyo que padecía cáncer de mama.

El Trump bueno podía ser gracioso divertido, amable y atento, y por lo menos tenía la habilidad de fingir interés por la gente de su alrededor. Escuchaba los consejos de sus asesores cuando éstos querían frenar sus impulsos autodestructivos y sabía mostrarse vulnerable. Esa versión se granjeó la lealtad de mucha gente a lo largo de las décadas. Codearte con Trump era como “ser amigo de un huracán —me dijo un amigo suyo de toda la vida—. Era muy emocionante, pero no acabas de saber de dónde soplaba el viento”.

En la Casa Blanca, la gente que conocía a Trump por primera vez solía quedar plasmada; esa persona no se parecía en nada al cascarrabias de Twitter ni al jefe furibundo de un sinfín de reportajes. En ciertos aspectos él se beneficiaba de la atención mediática y de su perfil en las redes sociales. En general las primeras veces que hablaba contigo en persona era comedido y te llevaba a cuestionarte la veracidad de lo que habías leído (…) en esos primeros lances preguntaba cosas personales, te prestaba toda su atención y te hacía creer que eras la única persona en la sala.

Pero incluso los que justificaban su apego reconocían que siempre acababa apareciendo un “Tump malo”. Ese era el hombre que hacía comentarios racistas y luego subrayaba que la gente lo había malinterpretado, con lo que daba munición a sus aliados para defenderlo. Sus principales intereses eran el dinero, el dominio, el poder, el acoso y el mismo. Para él las reglas y leyes constituían trabas innecesarias más que frenos a su conducta.

De repente perdía los estribos y, un hecho basilisco, dirigía toda su rabia contra un asesor cuando la sala estaba repleta de gente. Sus arrebatos infundían miedo en los demás que no sabían si iban a ser su próximo objetivo.

De vez en cuando él admitía que se había excedido, pero en lugar de pedir perdón, la siguiente vez que veía a su víctima se mostraba efusivo con ella (…) creó un ecosistema basado en las rivalidades constantes en el que los miembros de su círculo trataban de defender por todos los medios a quien hubiese empezado a ganarse su confianza.

Trump desoye los consejos de funcionarios de toda la vida, de empresarios y de sus propios abogados. Animaba a la gente a cometerlos a díaz en su nombre y exigía pruebas de fidelidad si es necesario; muchos se desvivían tanto por su aprobación que daban su brazo a torcer. Al parecer, su sed de fama aumentaba con cada pequeño sorbo de popularidad…

En el transcurso de 864 páginas lo que logra la periodista Maggie Haberman es adentrarse en la mente de Donald Trump, desprenderse del ruido de su etapa política y viajar hasta sus orígenes en Queens, probablemente el momento fundacional que moldeó su psicología, señala la autora. ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿Quiénes son las figuras clave que le permitieron llegar a la cima? ¿Cuál es la realidad sobre ese falso mito de genio de los negocios que ha construido de sí mismo? Haberman responde esas preguntas.

Suscríbete a Revista IMEF News

Análisis y opinión de expertos en economía, finanzas y negocios para los tomadores de decisiones.

Te puede interesar

Fitch confirma la nota soberana de México en «BBB-» con perspectiva estable

La calificación de México en Fitch se encuentra en el nivel más bajo del Grado de inversión, que es el “BBB-“, desde abril del año 2020.

Ética de la sustentabilidad. Breve reflexión

En el tema de la sostenibilidad los tiempos actuales ya son de acción, por lo tanto, se deben encaminar los esfuerzos no sólo al conocimiento técnico de las disciplinas que convergen, sino a la contrucción de un nuevo paradigma ético y a una nueva forma de convicencia social.

Arbitraje, una herramienta estratégica para la resolución de controversias empresariales

Es inevitable que en la vida de una empresa surjan controversias; los mecanismos tradicionales o alternativos que se elijan para solucionarlas tendrán un impacto en sus relaciones, reputación y finanzas. Uno de los mecanismos que se debe tener en cuenta es el arbitraje comercial.

Continua desaceleración adicional de la economía: Encuesta IMEF 

Las expectativas para nuestra economía continúan su franco deterioro. La volatilidad ha alterado la estabilidad de los mercados financieros globales y el inversionista se ha retraído, afectando la liquidez en los mercados, complicando el otorgamiento de crédito en prácticamente todo el mundo.

Energía eólica y solar, se estancan en México; así han evolucionado

Para darle seguimiento a las implicaciones de la política energética de la presente administración, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), analizó las tendencias de la generación de energía eléctrica con distintas tecnologías en México durante los últimos años.

Hackers roban 67 mdp a bancos de México: ¿Qué sabemos de los ataques cibernéticos?

En lo que va del 2023, Banxico ha registrado cuatro casos de ataques cibernéticos relevantes dirigidos a cajeros automáticos y transferencias electrónicas.

¿Por qué mirar a India ahora?

India se convertirá en la cuarta economía más grande del mundo antes de que termine esta década. Si las cosas siguen como van, India rebasará a Alemania y quedará sólo debajo de Estados Unidos, China y Japón. Las perspectivas económicas lucen brillantes para el país más poblado del mundo, que tiene 1,428 millones de habitantes, apenas 3 millones más que China.