El INEGI publicó recientemente la estimación del Producto Interno Bruto (PIB) por el enfoque del gasto correspondiente al primer trimestre de 2025. Este reporte complementa la cifra de crecimiento económico difundida hace un par de semanas —un modesto avance de 0.8% anual—, pero con una desagregación por componentes de demanda agregada, que permite identificar con mayor claridad los motores y frenos de la economía mexicana al inicio del año.
Como es sabido, el PIB puede calcularse con distintos enfoques. En México, el enfoque principal —y el primero en difundirse— es el del valor agregado bruto, que suma la producción de los sectores económicos (primario, secundario y terciario) descontando los insumos intermedios. El enfoque por el lado de la demanda, aunque publicado con mayor rezago, proporciona una radiografía del gasto de cada sector: consumo privado y público, inversión, exportaciones netas y variación de inventarios.
Los datos del 1T25 confirman la debilidad de la demanda interna, que por segundo trimestre consecutivo restó dinamismo a la actividad económica. El consumo privado —habitualmente el componente más estable y de mayor peso (69.9% del PIB)— se contrajo 0.6% anual, su primera caída desde el primer trimestre de 2021. El detalle más notable es la caída en el consumo de bienes importados, que se desplomó 5.2% anual, sugiriendo una posible combinación de factores: un tipo de cambio menos favorable, menor confianza del consumidor o simplemente un ciclo de ajuste tras un periodo de fuerte expansión postpandemia.
En contraste, el gasto de gobierno avanzó 1.5% anual, una cifra que, si bien es inferior al promedio de los tres trimestres previos, supera lo que históricamente se observa en periodos postelectorales, cuando suele haber una contención del gasto público. De mantenerse este ritmo, se podría comprometer el objetivo de consolidación fiscal para este año.
La inversión fija bruta, por su parte, hiló su segundo trimestre consecutivo de contracción. El retroceso en el primer trimestre fue atribuible principalmente a una profunda caída de la inversión pública, que acumula ya cuatro trimestres en terreno negativo, y a una contracción adicional de la inversión privada, que cayó 2.9% anual ante una menor adquisición de maquinaria y equipo. Esta debilidad estructural en la inversión pone presión sobre las metas de mediano plazo.
Con estos resultados, la inversión total como porcentaje del PIB se ubicó en 23.2%, alejándose del umbral de 25% planteado como meta en el Plan México para detonar el crecimiento sostenido y cerrar brechas de infraestructura y productividad.
A este entorno interno debilitado se suma una fuerte variación negativa de inventarios (-12.5% anual), que sugiere una reducción deliberada de existencias por parte de las empresas ante una menor expectativa de demanda o una optimización de costos ante tasas de interés aún elevadas.
Frente a este panorama de tibieza interna, el sector externo fue el único componente con tracción significativa. Las exportaciones crecieron a un ritmo notable de 12.8% anual, mientras que las importaciones retrocedieron 2.3%, lo que resultó en una aportación positiva al crecimiento de 5.7 puntos porcentuales. Parte del crecimiento exportador podría atribuirse a un comportamiento anticipatorio por parte de Estados Unidos, que habría incrementado sus compras ante la expectativa de nuevos aranceles anunciados por la administración Trump. Si este fenómeno se confirma, podría tratarse de un efecto transitorio, con implicaciones para el desempeño externo en los trimestres venideros.
Hacia adelante, los fundamentos del consumo muestran señales de deterioro. La creación de empleos formales se ha desacelerado, lo que presiona el ingreso de los hogares y reduce la capacidad de gasto. Al mismo tiempo, se empieza a observar una incipiente moderación en el crédito bancario al consumo, reflejo probablemente de una demanda más cautelosa. En este contexto, es poco probable que el consumo privado recupere fuerza en el corto plazo.
Por el lado de la inversión, la incertidumbre, tanto externa como doméstica, sigue actuando como un freno para nuevos proyectos, especialmente en sectores sensibles. Finalmente, el entorno internacional tampoco ofrece garantías: si las compras anticipadas de exportaciones desde Estados Unidos fueron efectivamente una reacción táctica ante medidas comerciales, es previsible que veamos una desaceleración de las exportaciones mexicanas en los próximos trimestres, conforme se regulariza el flujo de comercio y se materializan los nuevos aranceles.
El panorama económico del primer trimestre revela una economía que crece con dificultad y cuyos motores tradicionales muestran signos de fatiga. El consumo privado cede, la inversión pierde profundidad, y el gasto público tiene poco margen de maniobra.
La dependencia del motor externo, además de ser cíclica y vulnerable a choques políticos o comerciales, no garantiza una senda de crecimiento sostenible. Si el entorno global se torna menos favorable o si el estímulo externo se agota, México podría enfrentar un escenario en el que sus debilidades internas quedarán cada vez más expuestas.