Las correcciones a la serie histórica indican que entre abril de 2024 y marzo de 2025 se restaron 911,000 empleos a lo reportado originalmente. Es decir, la economía no creaba 147,000 puestos mensuales, como pensábamos, sino apenas 70,000. Una diferencia enorme que cambia la lectura de todo el último año.
El desempleo en Estados Unidos ha dejado de estar en mínimos históricos, aunque todavía se mantiene en niveles bajos en perspectiva de largo plazo. La creación de empleos recientes luce insuficiente para sostener la expansión de la fuerza laboral, y la salida de trabajadores por jubilación aunado a una menor migración neta no están siendo plenamente compensadas. Esto, sugiere una economía que avanza con menor dinamismo marcada por un mercado laboral que combina fragilidades estructurales de mediano plazo con mecanismos de ajuste que aún le otorgan resiliencia.
INFLACIÓN: EL INVITADO QUE NO SE QUIERE IR
En teoría, un mercado laboral debilitado debería traer alivio en los precios. Pero no está siendo así. La medida preferida por la Fed de inflación (el deflactor del gasto de consumo personal o PCE) se mantiene en 2.6% anual y la subyacente ronda el 3%. No son cifras dramáticas como en 2022, pero sí lo suficiente altas para incomodar a la Reserva Federal.
El resultado: un cóctel envenenado de bajo crecimiento con inflación terca. No es la estanflación clásica de recesión más inflación, pero sí una versión “light” que limita el margen de maniobra de la Fed.
SEPTIEMBRE: UNA DECISIÓN EN TERRENO MINADO
El 17 de septiembre, el FOMC tendrá que decidir si recorta tasas. El mercado ya descuenta un movimiento, incluso con probabilidades de un recorte agresivo de 50 puntos base. Desde la óptica laboral tendría lógica: el desempleo sube y la creación de empleo es casi nula.
El problema es la inflación. Con precios todavía cerca del 3%, un recorte demasiado grande podría interpretarse como un abandono anticipado del objetivo de estabilidad. Además, la decisión de la Fed texto
llega en un momento en que su liderazgo enfrenta cuestionamientos y ataques políticos, lo que amplifica la lectura de cualquier movimiento más allá del terreno estrictamente técnico. Lo más probable es que opten por un recorte más prudente de 25 puntos base, acompañado de un discurso firme: apoyo al empleo, sí, pero sin bajar la guardia contra la inflación.
Más que la tasa en sí, lo que está en juego es la confianza. La revisión de los datos laborales dejó al Bureau of Labor Statistics bajo fuego, a pesar de que es un proceso rutinario, transparente y establecido. Adicionalmente, la Fed no puede arriesgarse a que se siga cuestionando su independencia. En un entorno tan polarizado, mantener la credibilidad institucional es tan importante como mover (o no) las tasas.
LO QUE VIENE…
No se trata de una recesión inminente, pero sí de un escenario de crecimiento débil que amenaza con prolongarse. La inflación, aún por encima de la meta del 2%, muestra una persistencia incómoda para la Fed, que debe decidir con márgenes cada vez más estrechos y bajo un escrutinio constante. El reto, sin embargo, va más allá de la calibración monetaria: la fragilidad actual también es institucional. Cuando la percepción pública es que las autoridades económicas no entienden —o no pueden responder— a las tensiones que vive la sociedad, lo que está en juego no es solo la credibilidad de la Fed, sino la confianza en el funcionamiento mismo del sistema económico.
El resultado: un cóctel envenenado de bajo crecimiento con inflación terca. No es la estanflación clásica de recesión más inflación, pero sí una versión “light” que limita el margen de maniobra de la Fed.
No se trata de una recesión inminente, pero sí de un escenario de crecimiento débil que amenaza con prolongarse. El reto, sin embargo, va más allá de la calibración monetaria: la fragilidad actual también es institucional.
*Analista económico y socia en TransEconomics, firma especializada en la gestión de activos alternativos y asesoría patrimonial.
X: @deliyo
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