El endeudamiento de Pemex no responde a una mala racha temporal, sino a un modelo que ha privilegiado la extracción fiscal sobre la reinversión productiva. Durante décadas, Pemex fue la principal fuente de ingresos del gobierno federal, cargando con una sobretasa fiscal que superó en ocasiones el 60% de sus utilidades operativas. Sin margen para reinvertir, la empresa recurrió sistemáticamente a los mercados financieros para cubrir inversiones y gasto corriente.
El punto de quiebre llegó cuando esa estrategia dejó de ser sostenible: desde 2004, la producción de crudo ha caído más de un 45%, los costos operativos se han incrementado, y los márgenes de rentabilidad en refinación se han vuelto negativos. A diferencia de otras petroleras que aprovechan sus niveles de deuda para generar crecimiento, Pemex mantiene un nivel de apalancamiento destinado a sostener una operación deficitaria.
RADIOGRAFÍA
Al segundo trimestre de 2025, la composición y características de la deuda de Pemex revelan un perfil de alto riesgo:
• 84% denominada en moneda extranjera, principalmente en dólares, lo que la expone fuertemente a la volatilidad cambiaria.
•77% con vencimientos a mediano y largo plazo, pero con presiones significativas de liquidez por pagos trimestrales crecientes.
• Un costo financiero promedio superior al 9.5% anual, muy por encima del promedio del sector, que ronda entre 4% y 6% para emisores con grado de inversión.
• Calificación crediticia de grado especulativo, lo que restringe el acceso a financiamiento en condiciones favorables y aleja a fondos institucionales.
Adicionalmente, Pemex enfrenta pasivos laborales contingentes por más de 1.2 billones de pesos, correspondientes a pensiones y jubilaciones, que presionan aún más su flujo de efectivo y elevan su deuda total (financiera + laboral) a niveles insostenibles para cualquier estándar corporativo.
UN SALVAVIDAS FISCAL QUE ARRASTRA AL ESTADO
Ante la imposibilidad de que Pemex honre sus obligaciones financieras por sí misma, el gobierno federal ha asumido un rol activo de respaldo. Entre 2019 y 2024, la Secretaría de Hacienda transfirió más de mil millones de pesos a la empresa, mediante inyecciones de capital, reducción del Derecho de Utilidad Compartida (DUC), y asunción de amortizaciones de deuda externa.
Si bien estas medidas han evitado un default que podría sacudir a los mercados y detonar cláusulas cruzadas en bonos soberanos, también han generado una asimetría preocupante en el manejo del presupuesto nacional: cada punto porcentual destinado al rescate de Pemex implica menos recursos para salud, educación, infraestructura o transición energética.
Además, al estar clasificada como Empresa Productiva del Estado, la deuda de Pemex se encuentra implícitamente garantizada por el gobierno federal, lo que ha llevado a las calificadoras a considerar el riesgo de la empresa como un factor relevante en la evaluación del perfil crediticio de México.
LA APUESTA POR LA REFINACIÓN: UN CAMINO COSTOSO
Uno de los principales elementos que ha intensificado el deterioro financiero de Pemex ha sido su política de reconfiguración y expansión de su capacidad de refinación, especialmente a través del proyecto de Dos Bocas (Refinería Olmeca), cuya inversión final supera los 20 mil millones de dólares, más del doble del presupuesto original.
Esta estrategia, que busca la autosuficiencia energética, ha sido cuestionada por diversos especialistas, ya que Pemex no solo produce combustibles a un costo mayor que las importaciones, sino que enfrenta restricciones técnicas, ambientales y logísticas para colocar esos productos en el mercado nacional.
De sus seis refinerías en operación, al menos cuatro operan por debajo del 50% de su capacidad instalada. La rehabilitación de dichas plantas y la entrada plena de Dos Bocas requerirán capex adicional, recursos que Pemex no tiene sin recurrir nuevamente al endeudamiento.
ESCENARIOS Y SALIDAS POSIBLES
El saneamiento financiero y operativo de Pemex exige una reestructuración de fondo. Las rutas viables —aunque políticamente costosas— incluyen:
1 Reingeniería operativa. Cierre de unidades improductivas, simplificación de estructuras corporativas y optimización de procesos logísticos.
2 Alianzas estratégicas. Atraer capital privado en esquemas de farm-outs, coinversiones y contratos de servicios integrales, especialmente en aguas profundas y refinación.
3 Revisión del régimen fiscal. Establecer un modelo progresivo que incentive eficiencia, sin comprometer la recaudación tributaria del país.
4 Gobernanza corporativa real. Profesionalizar el Consejo de Administración, limitar la intervención política, así como alinear la planeación estratégica con criterios técnicos y financieros.
5 Desacoplamiento presupuestal. Diseñar una hoja de ruta para reducir la dependencia de Pemex respecto del presupuesto federal y viceversa, como parte de una transición energética ordenada.
CONCLUSIÓN: UN GIRO NECESARIO Y URGENTE
La deuda de Pemex es el reflejo de un modelo energético que ha caducado. Seguir apostando por la verticalización, el nacionalismo petrolero y la intervención estatal sin control técnico conduce a un estancamiento cada vez más costoso. México necesita energía, sí, pero necesita también sostenibilidad financiera y visión de largo plazo.
Pemex puede seguir siendo un actor clave, pero para ello debe transformarse radicalmente: pasar de ser un lastre financiero a una empresa ágil, moderna y con un rol acotado en una matriz energética diversificada. Cualquier otra ruta solo prolongará la agonía… y multiplicará la factura para todos.
La deuda de Pemex es estructural, no transitoria. Pemex enfrenta pasivos laborales contingentes por más de 1.2 billones de pesos, correspondientes a pensiones y jubilaciones, que presionan aún más su flujo de efectivo y elevan su deuda total (financiera + laboral) a niveles insostenibles para cualquier estándar corporativo.
*Abogado y consultor con más de 20 años de experiencia en el sector energético mexicano, especializado en el desarrollo de proyectos de infraestructura energética; participando en procesos clave de modernización y regulación. Es cabildero acreditado ante en la cámara de Diputados y ha ejercido roles de liderazgo como presidente de la Asociación de Regulados del Sector Energético y vicepresidente del Comité de Energía del IMEF en Yucatán.
Colabora regularmente como articulista en medios especializados como Global Energy, Energy 21 e Industry & Energy y Foton, donde aborda temas de regulación, sostenibilidad y política energética.
Su perfil combina visión estratégica, solidez técnica y un compromiso activo con el fortalecimiento institucional del sector.
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marcial.diaz.ibarra@gmail.com
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