El presidente Trump de este segundo mandato definitivamente no es el mismo del primero: no solo aprendió las lecciones de su primer paso por la Casa Blanca, sino que ahora la dinámica internacional ha cambiado y el ambiente político doméstico también es diferente. Trump parece haber cambiado de rumbo. Ahora se muestra menos impulsivo, con un enfoque confrontativo, impredecible, unilateral, pragmático y de realismo duro. Además, tiene una marcada preferencia por los acuerdos bilaterales: primero, porque le dan mayor control y poder en la negociación, y segundo, porque busca extraer beneficios concretos para EU en temas como energía, seguridad, comercio e inversiones.
¿QUÉ OPINA EL MUNDO SOBRE EL LIDERAZGO DE TRUMP EN ASUNTOS INTERNACIONALES?
En una encuesta reciente del Pew Research Center de 24 países, realizada en el periodo enero-abril de 2025, Trump recibió calificaciones mayormente negativas: 19 de esos 24 países afirmaron desconfiar del liderazgo de Trump en los asuntos internacionales (Cuadro 1).
Entre los países que registraron el mayor nivel de desconfianza en las acciones del líder estadounidense en asuntos mundiales están México, Suecia, Alemania, España y Turquía con 91, 85, 81, 80 y 80%, respectivamente. El porciento de la mediana de los 24 países referente a la desconfianza es de 62%, mientras que en la confianza es de 34%.
No sorprenden los resultados de esta encuesta. El enfoque de la política exterior de Trump ha obligado a sus aliados y rivales a recalibrar las relaciones bilaterales con EU. Trump busca un mundo de acuerdos bilaterales entre poderosos, y dejar atrás el mundo de las instituciones multilaterales y de las alianzas democráticas. El orden internacional deseado por Trump es uno basado en el poder, y no en las normas y valores.
Pero los estadounidenses tampoco parecen satisfechos con las acciones de Trump en los asuntos globales. A seis meses de su segundo mandato, una encuesta realizada recientemente por CNN muestra que solo el 40% de los estadounidenses favorece sus acciones en asuntos internacionales.
Desde que Trump comenzó su segundo mandato ha tenido una intensa actividad internacional: socava y elude a las organizaciones internacionales como la ONU, OMC, OMS a menos que sirvan a los intereses de EU; cuestiona el valor de la OTAN y exige a los países miembros que aumenten el gasto en defensa; en la guerra de Ucrania busca un rápido cese al fuego para evitar un apoyo militar prolongado, pero Rusia desestima sus propuestas; impone aranceles a sus socios comerciales y aliados como a Canadá, México y la Unión Europea, aunque después disminuya la tasa arancelaria o posponga los aranceles anunciados; impone a China aranceles a niveles exorbitantes; en Medio Oriente da apoyo incondicional a Israel, bombardeando las instalaciones nucleares iraníes con bombarderos B-2, busca comprometer al mínimo tropas americanas en esta región para desplazarlas al Indo-Pacífico, apoya a líderes fuertes como Saudí Arabia; etc.
El enfoque de la política exterior de Trump ha obligado a sus aliados y rivales a recalibrar las relaciones bilaterales con Estados Unidos.
El orden global que vislumbra Trump rompe con las normas tradicionales de la política exterior estadounidense.
¿QUÉ GEOPOLÍTICA ENTREVÉ TRUMP PARA EU?
Con base en sus declaraciones públicas, sus principales asesores, sus acciones políticas recientes y en artículos de especialistas, el mundo geopolítico ideal para Trump es uno competitivo, no cooperativo, moldeado por el poder, por hacer tratos a conveniencia y negociaciones lideradas por EU, donde cada país tiene su precio, cada alianza o acuerdo es negociable y en donde EU obtiene el mejor arreglo. Este orden global que vislumbra rompe con las normas tradicionales de la política exterior estadounidense. En su visión del mundo, Trump enfrenta a dos superpotencias en competencia, China y Rusia, imaginando un triángulo geopolítico en el que EU desempeña el papel de un broker dominante.
En ese escenario, Trump y sus asesores ven a China como la mayor amenaza a largo plazo para la supremacía económica, tecnológica, militar y de alcance global de EU. Por ello, la administración de Trump continúa presionando por un desacoplamiento de China en sectores críticos como IA, semiconductores, telecomunicaciones, entre los principales; por revocarle el estatus comercial de nación más favorecida; imponerle tarifas hasta del 60% a las importaciones chinas y restringir las inversiones. Asimismo, en la región del Indo-Pacífico EU enfrenta a China militar y diplomáticamente, por lo que busca fortalecer las relaciones con Japón, Corea del Sur, India, Australia y otras naciones para disuadir los avances chinos alrededor de Taiwán y en el mar del sur de China.
En relación con Rusia, Trump parece pragmático, más abierto a un compromiso táctico, con menos antagonismo si eso le ayuda a aislar a China. Rusia sería como el contrapeso transaccional: mejorar las relaciones con Rusia para limitar la capacidad de China de formar un bloque anti-EU. Sin embargo, en estos seis meses el presidente Trump ha tenido un comportamiento volátil con la guerra Rusia-Ucrania. En un principio retiró su apoyo a Ucrania, prometió terminar esa guerra llegando a un acuerdo directo con Rusia al margen de la UE; posteriormente Trump cambió de posición ante un Putin que parece inmune ante cualquier advertencia o anuncio de Trump. Hasta ahora Rusia no ha cumplido con el cese al fuego, por lo que el presidente estadounidense anunció un plazo de 50 días a Moscú para terminar con el conflicto o enfrentar aranceles hasta del 100%. A su vez añadió que enviará armas de defensa antiaérea (misiles Patriot) a Ucrania. Trump prefiere un alto al fuego rápido en lugar de un apoyo militar prolongado.
La visión geopolítica de EU hacia Europa es de retirarle la prioridad que tuvo en los años de la Guerra Fría y de la Postguerra Fría, para liberar recursos económicos para desplazarse hacia el Indo-Pacífico. Para Trump, Europa y la OTAN son como los gorrones económicos, además de ser ahora geopolíticamente irrelevantes para los intereses fundamentales americanos. EU también cree que estará mejor formando alianzas ad hoc cada vez que sea necesario, en lugar de mantener instituciones costosas de la era de la Guerra Fría. Con EU cada vez más indiferente hacia el destino europeo, sería trágico una victoria rusa porque dejaría a Europa debilitada y, como dice el editorialista del Financial Times, Martin Wolf, Rusia sería ahora la mayor potencia militar en Europa. Como en la década de lo años treinta, las decisiones de hoy configurarán el futuro del continente europeo, del equilibrio de fuerzas y de ideas en todo el mundo. Para Trump debilitar la alianza transatlántica representa una recalibración de su visión del mundo, porque considera que la verdadera competencia con China se encuentra en la región del Indo-Pacífico y, por lo mismo, presionará a sus socios regionales: Japón, Corea del Sur, India, Australia, entre otros.
En el Sur Global, concretamente América Latina y África, EU sabe que compite con China por influencia, y el comercio e inversiones chinas son una muestra de ello. En su visión, Trump sabe que puede utilizar presión económica (tarifas) para alcanzar acuerdos.
¿REALMENTE TIENE TRUMP UNA ESTRATEGIA EN ASUNTOS INTERNACIONALES?
Difícilmente podría hablarse de una estrategia como tal. Lo que más bien tiene Trump es una visión del mundo coherente y pragmática, basada en una filosofía consistente (“America First”), cuya ejecución a menudo es caótica, impredecible, dominante.
Los elementos de esa visión del mundo son un marco conceptual de “America First” que prioriza los intereses económicos, políticos, militares y culturales de EU por encima de todos los demás países, porque la cooperación no es lo suyo; escepticismo de las alianzas; transaccionalismo; realismo de las superpotencias, lo que lo lleva a distinguir entre China como su gran competidor existencial y a Rusia como un rival manejable que no representa una amenaza sino un contrapeso a China.
A pesar de contar con una visión del mundo, la política exterior de Trump no funciona como una estrategia de largo plazo, por varios motivos, como son su cortoplacismo e impulsividad. A menudo el presidente toma decisiones basándose en visiones políticas cortoplacistas sin una planeación de largo plazo, con métodos predecibles y fines precisos. Además, no cuenta con el apoyo institucional del establishment de la seguridad nacional, del servicio exterior y hasta de varios expertos en el Pentágono. Con él, los cambios importantes en política exterior pueden ocurrir a través de un tuit, un mensaje en un mitin o según su estado de ánimo personal, socavando la consistencia estratégica. Cualquier estrategia de largo plazo debe contar con aliados confiables y creación de coaliciones, porque su enfoque unilateral en la toma de decisiones puede funcionar en el corto plazo, pero dados los desafíos globales (China, cambio climático y gobernanza de la IA) es insostenible en el largo plazo.
Entre los elementos de la visión de política exterior de Trump que probablemente trascenderán su presidencia y contribuirán a reformular la estrategia estadounidense futura, incluso bajo un liderazgo demócrata o republicano del establishment, están: 1. La visión de China como un competidor estratégico, ya no como un socio al que integra a la economía global; 2. Un nacionalismo económico, ya que ahora hay consenso bipartidista por priorizar las cadenas de suministro resilientes por encima de las globales baratas, especialmente en energía, medicina y semiconductores; 3. Una política exterior que se está desplazando del idealismo basado en reglas al pragmatismo basado en resultados; 4. Presionar a los aliados a tratar el reparto de la carga económica como una prioridad, lo que continuará siendo central en la diplomacia de EU; y 5. un escepticismo respecto a las guerras interminables.
Agoniza el orden mundial liderado por EU.
*Asociada de Comexi
Internacionalista (UNAM y Columbia University)
Economista (Georgetown University)
rgornelase@gmail.com
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