Conflicto Israel-Palestina, una mirada desde muchos ángulos

Los atentados terroristas de Hamás del 7 de octubre de 2023 dieron lugar a una severa respuesta militar de Israel que —a diferencia de la invasión a Ucrania, que generó un rechazo generalizado de la comunidad internacional a Rusia— provocó la condena unánime a Hamás y una ola de solidaridad con Israel, que a siete meses y ante el recuento de los daños ha dado un vuelco para provocar fuertes discrepancias por el impacto económico, geopolítico, político y, sobre todo, humano registrados.
Por Adriana Reyes Urrutia
Al final del abril e inicio de este mes estudiantes de distintas universidades de Estados Unidos se han manifestado en contra de la ofensiva militar israelí en Gaza, protestando por lo que consideran la complicidad de Estados Unidos con Israel, su tradicional aliado, y llamando a boicotear a aquellos que se benefician de esta relación.

El llamado ha tenido eco y se ha extendido no solo por toda la geografía de Estados Unidos también en los campus universitarios de Australia, Canadá, Francia, Italia y Reino Unido. En México los reclamos se han dado en la UNAM.

Las protestas en las universidades estadounidenses no son nuevas, a mediados de los años 60 del siglo pasado, las manifestaciones estudiantiles acapararon la escena pública nacional por estar en contra de la guerra en Vietnam (1955–1975), que fue una de las más sangrientas de la historia reciente con más de 2.5 millones de muertos.

En este reciente conflicto, al inicio de 2024 al cumplirse los 100 días de iniciado, los datos de la ONU señalaban que la mayor parte de la población de Gaza, de 2.2 millones de personas, estaba desplazada internamente y la mitad de la población corre el riesgo de morir de hambre, en tanto que el número de muertos sumaba 25 mil, según el ministerio de Salud de Gaza.

El número de muertos varía dependiendo de la fuente y el periodo que abarque; sin embargo, aunque los datos difieran, la realidad es cruda y la violencia amenaza a toda la región, con el consecuente impacto económico (y desprendido de éste el humano) en un momento particularmente frágil para las economías de la zona, en especial las de los vecinos inmediatos donde la población es joven y está desesperada, y la experiencia de la Primavera Árabe demuestra lo fácil que se produce el contagio entre países.

¿EFECTO BOLA DE NIEVE?
Entre los datos de las economías de la región que se ponen sobre la mesa destacan los referentes a Egipto, Líbano y Jordania. En el país de los faraones uno de los principales problemas es su elevado endeudamiento en dólares que le obliga a recurrir a préstamos de los bancos centrales de los países del Golfo; tan solo en 2022 la deuda pública fue del 89% del PIB, muy por encima de la media de la región.

En el Líbano la situación no pinta mejor, ya que vive una crisis económica que inició en 2019, con una hiperinflación del 250% que ha llevado a que más del 80% de la población viva por debajo del umbral de pobreza, lo que ocasiona que huir, ilegalmente o no, sea cada vez más frecuente. Además, la moneda nacional ha perdido el 98% de su valor mientras su banca tambalea.

En Jordania, para algunos analistas el préstamo del FMI de cuatro años de duración valorado aproximadamente en 1.2 millones de dólares para apoyar el programa económico del gobierno, plantea la imposibilidad de pagarlo en un contexto de guerra y ante el ruego de que el conflicto se extienda hacia Cisjordania, generando un flujo de refugiados que en este momento sería prácticamente imposible de asumir.

Además de las peculiaridades de los países mencionados no se puede soslayar la incertidumbre que generan los precios del petróleo y del gas. Si bien el precio del crudo subió tras los atentados, pero unos días después se moderó para mantenerse por debajo de los 85 dólares, los mercados están pendientes de las reuniones de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo Plus (OPEP+), ya que permanece el recuerdo la guerra del Yom Kippur en los años 70.

En 1973 la victoria israelí sobre una coalición liderada por Egipto y Siria condujo a un embargo petrolero impulsado por varios Estados árabes en protesta por el respaldo económico y militar de Estados Unidos y otros países occidentales a Israel. En esa época, los precios del petróleo se incrementaron 400% y se mantuvieron elevados después de la resolución del conflicto. Lo que marcó económicamente la década de los 70 con profundos cambios en el consumo global de petróleo.

Ahora, en comparación con 1973, la capacidad de decisión de la OPEP se ha diluido al integrar nuevos actores con intereses divergentes (más allá del precio del petróleo) como Rusia, Azerbaiyán o México en el cartel ampliado de la OPEP+. Arabia Saudí e Irán, sus dos productores históricos clave, cuentan actualmente con intereses regionales antagónicos. Además, los clientes de la OPEP también han cambiado. EE. UU. es autosuficiente en petróleo (y gran exportador de gas), mientras que la Unión Europea (UE) representa un mercado maduro comparado con el dinámico mercado asiático, destino del 71% de las exportaciones del cártel.

Como prueba del escaso apetito por este tipo de medidas, los principales líderes de la OPEP rechazaron de inmediato la propuesta de Irán a la Organización de Cooperación Islámica (OCI) de imponer un embargo petrolero a Israel país que importa cerca de un 60% de sus 220 mil barriles diarios de crudo desde Azerbaiyán y Kazajstán, ambos miembros de la OCI y la OPEP+.

Sin embrago, no hay que descartar el impacto psicológico que se genera cuando el precio del barril del petróleo supera los 100 dólares.

Al grito de «Genocide Joe» las protestas en las universidades estadounidenses amenazan la reelección de Biden en una elecciones reñidas ante el republicano Donald Trump, mientras Irán que se encuentra entre las 15 potencias militares del mundo ya ha desplegado una muestra de su poderío.
Benjamín Netanyahu sigue tambaleandose tras arrastrar durante meses una aguda crisis política y ahora un estado de guerra con una economía emproblemada y las dudas sobre las capacidades reales del gobierno para defender a cada ciudadano israelí después de no haber previsto (supuestamente) el ataque de Hamás.
ISRAEL EN LA ECONOMÍA DE GUERRA
Todo tiene un costo e Israel no es la excepción. Su economía abierta y pujante ha mostrado bajas y riesgos, como la devaluación de su moneda que se hundió a su nivel más bajo frente al dólar en más de 10 años (actualmente se mantiene en niveles históricamente bajos) y la salida de la inversión a corto y medio plazo, ya que en un contexto de incertidumbre los inversores, en particular, los del sector de tecnología, uno de los más volátiles y donde Israel tiene un papel importante, podrían optar por trasladarse a otros países con una mayor estabilidad.

En 2021 el 15% del PIB israelí fue producido por empresas de alta tecnología responsables del 43% de las exportaciones totales y en las que trabaja uno de cada 10 empleados que están siendo movilizados por las fuerzas armadas; tan solo al inicio de 2023 fueron llamados más de 360 mil personas, es decir, 8% de la fuerza laboral del país donde los trabajadores industriales son un 25% más productivos que la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

La organización Start-Up Nation Central calcula que el 70% de las empresas tecnológicas tienen dificultades para funcionar, entre otras cosas porque el 10% de los trabajadores tecnológicos han sido movilizados. Por otro lado, la agricultura también está en crisis por la falta de más de 40 mil trabajadores, según datos del Departamento de Agricultura de Israel.

En este contexto las finanzas públicas corren el riesgo de volverse insostenibles, con unos ingresos paralizados y un gasto desbocado para hacer frente a los costos militares y a los subsidios. Al inicio de este año Banjamin Netanyahu presentó “un presupuesto de guerra” para seguir la ofensiva en Gaza durante 2024. Como consecuencia la agencia Moody’s rebajó la calificación crediticia del país por primera vez en su historia debido al enorme costo de movilizar 300 mil reservistas y acomodar a 200 mil desplazados, además del riesgo “significativo” de un conflicto a gran escala con Hezbolá.

TODO ESTÁ CONECTADO
Al grito de «Genocide Joe» las protestas en las universidades estadounidenses amenazan la reelección de Biden en una elecciones reñidas ante el aspirante republicano Donald Trump, mientras Irán que se encuentra entre las entre las 15 potencias militares del mundo ya ha desplegado una muestra de su poderío en en el Estado hebreo donde el primer ministro Benjamín Netanyahu sigue tambaleandose tras arrastrar durante meses una aguda crisis política y ahora un estado de guerra ante las dudas sobre las capacidades reales del gobierno para defender a cada ciudadano israelí después de no haber previsto (supuestamente) el ataque de Hamás.

Referencias bibliográficas
Bergman, Ronen y Goldman, Adan (2023): The New York Times. “Israel sabía de los planes de Hamás hace más de un año”.
Escribano, Gonzalo e Urbasos, Ignacio (2023): Las consecuencias energéticas de la guerra entre Israel y Hamás.
Feás, Enrique (2023): Los efectos económicos y geopolíticos de la guerra de Gaza.
Paul, Ferananda (2024): Las graves consecuencias de la guerra en Gaza para la economía de Israel.
ONU, The World Bank, European Union. Gaza strip interim damage assessment. (2024).
ONU (2024). El desarrollo humano retrocede más de 40 años en Gaza y 30 años en el Estado de Palestina.
*Editora News IMEF
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