Marzo se caracterizó por una alta volatilidad en los mercados financieros detonada por la crisis en el sector bancario. En Estados Unidos, Silicon Valley Bank y Signature Bank colapsaron tras una “corrida bancaria” –retiro masivo de depósitos–, mientras que en Europa uno de los bancos más grandes de Suiza, Credit Suisse, experimentó una crisis de confianza que desplomó sus acciones. Esta situación generó fuertes temores de un efecto de contagio sobre el sistema financiero lo que también reavivó las preocupaciones de una recesión global.
Bajo esta coyuntura, los inversionistas evaluaron incluso una pausa en el ciclo restrictivo por parte de la Reserva Federal, en la decisión del 22 de marzo, y recalibraron sus portafolios, buscando activos considerados como refugio de valor. En particular, el oro fungió como un barómetro del estrés financiero al alcanzar en pocos días un máximo anual de casi 2,000 dólares por onza troy, equivalente a una ganancia de 10%.
En el mercado de renta fija, el índice MOVE –métrica que refleja la volatilidad en las opciones de bonos norteamericanos a un mes– superó el episodio de estrés observado durante la pandemia y alcanzó niveles no vistos desde la crisis financiera de 2008 de 200 puntos. Los bonos soberanos de menor plazo, particularmente en EE. UU. fueron los más sensibles a la coyuntura ya que los participantes del mercado incorporaron una visión de fuertes recortes en las tasas de interés para la segunda mitad del año. Con ello, la curva de Treasuries diluyó de forma importante el grado de inversión como resultado de un mayor respiro en la parte corta.
La calma regresó a los mercados, así como el apetito por activos de riesgo después de que las autoridades financieras en EE. UU. propusieran una serie de medidas para evitar un mayor contagio en el sector bancario aunado a la adquisición de Credit Suisse por parte de su rival suizo UBS
En el mercado cambiario, el dólar avanzó a máximos en el año y las divisas emergentes se debilitaron ante el nulo apetito por riesgo. En este sentido, el peso mexicano regresó súbitamente a cotizar en el intradía por arriba de 19.20 por dólar tras haber alcanzado su mejor nivel desde 2018 de 17.90 días atrás. En forma paralela, las bolsas borraron gran parte de las ganancias acumuladas durante el año.
La calma regresó a los mercados, así como el apetito por activos de riesgo después de que las autoridades financieras en EE. UU. propusieran una serie de medidas para evitar un mayor contagio en el sector bancario aunado a la adquisición de Credit Suisse por parte de su rival suizo UBS, en una maniobra respaldada por el banco central.
En concreto, el Tesoro, el Fed y el FDIC –Federal Deposit Insurance Corporation– anunciaron que los depositantes estarán completamente protegidos de posibles pérdidas y dieron a conocer el Programa de Financiamiento Bancario a Plazo con el fin de incrementar la liquidez en el sistema financiero. Vale la pena señalar que el Fed continuó con su ciclo restrictivo, incrementando el rango de los Fed funds a 4.50%-4.75% (+25pb). Sin embargo, el mercado aún tiene muchas dudas sobre las siguientes acciones con un álgido debate entre una pausa en mayo y un alza adicional de 25pb.
En este contexto, tanto el oro como el dólar se debilitaron, el peso mexicano retomó su senda de apreciación buscando perforar el piso de 18.00 por dólar, mientras la curva de Treasuries extendió su inversión y las bolsas registraron un respiro impulsado por el sector tecnológico. Hacia delante, la volatilidad seguirá permeando a los mercados, mientras los inversionistas siguen evaluando las condiciones financieras, así como la dinámica de los precios en un entorno donde la inflación aún se encuentra muy lejos de los objetivos de cada banco central.
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