China solía ser la fábrica del mundo por los bajos costos de mano de obra. Esto impulsó la llegada de inversión extranjera directa a ese país a partir de la década de 1990, cuando recibió un flujo acumulado de 283.08 mil millones de dólares entre nuevas inversiones y reinversión de utilidades, equivalente a un crecimiento de 1,643% respecto a la inversión recibida en la década anterior (1980).
Este crecimiento acelerado fue resultado de reformas iniciadas en 1978 y que siguieron durante la década de 1980, bajo la política de “puertas abiertas” donde China buscó impulsar el crecimiento económico a través de la entrada de capital y tecnología desde el extranjero, para revertir el efecto económico negativo causado por la Revolución Cultural de Mao Zedong entre 1966 y 1976.
En la década de 2000, China recibió un flujo acumulado de 930.54 mil millones de dólares, equivalente a un crecimiento de 228.7% respecto a la inversión extranjera directa recibida en la década anterior (1990), mientras que, en la década de 2010 recibió 2,329.87 mil millones de dólares de inversión, creciendo 150.4% respecto a lo observado en la década previa (2000).
El crecimiento de la inversión extranjera directa continuó su tendencia al alza hasta 2021, cuando China recibió un máximo histórico en ese año de 344.07 mil millones de dólares.
En 2022, la inversión extranjera directa cayó 47.64%, alcanzando un total de 180.17 mil millones de dólares, apenas el 58% de lo recibido el año anterior. En 2023, China enfrentó su primer trimestre en registro con desinversión (de 11.75 mil millones de dólares) y en todo ese año recibió apenas 33 mil millones de dólares de inversión extranjera directa, siendo el menor flujo desde 1993. Esto implicó una caída anual de 81.68% respecto al 2022 y una caída de 90.41% desde el máximo histórico reportado en 2021.
Al último dato disponible (2022), el sector económico que más inversión extranjera directa recibió en China fue la manufactura con 26.26% del total, seguido de servicios de arrendamiento y apoyo a negocios con 17.48%; investigación científica, servicios técnicos y prospección geológica con 15.96%; transmisión de información, servicios computacionales y software con 12.62%; comercio al por mayor y al por menor con 7.70%; bienes raíces con 7.48%; intermediación financiera con 3.62%; correos, transporte y almacenamiento con 2.81%; y producción y oferta de electricidad, gas y agua con 2.20%. Estos sectores explicaron el 96.13% de la inversión extranjera directa en China.
Por región, la inversión extranjera directa que recibió China durante 2022 fue principalmente de Asia (86.48%), específicamente de Hong Kong (72.56% de la IED total), seguido de Europa con 6.33%, Latinoamérica con 4.85%, Norte América con 1.52%, Oceanía con 0.64% y África con 0.18%. Como ya se mencionó, por país existe una alta concentración en el origen de la inversión recibida por China, con Hong Kong explicando el 72.56%, seguido de Singapur con 5.60%, las Islas Vírgenes con 3.51%, Corea del Sur con 3.49%, Japón con 2.43%, Países Bajos con 2.38%, Alemania con 1.36%, Islas Caimán con 1.28%, Estados Unidos con 1.17% y Reino Unido con 0.85%. En conjunto, estos países explican el 94.63% de la inversión extranjera directa recibida por China en 2022.
En los 4 años de información disponible de la década en curso, China ha recibido un total de 810.34 mil millones de dólares y de observarse un ritmo similar durante el resto de la década (hasta 2029), implicaría una inversión extranjera directa total por 2,026 mil millones de dólares, mostrando una caída de 13.05% respecto a la década previa (2010). Es decir, la década en curso se perfila para ser la primera en registro con una contracción de la inversión extranjera directa en China.
Si bien la guerra comercial y la pandemia propiciaron una desaceleración de la llegada de inversión extranjera directa a China, fueron otros los factores los que desataron la fuga de capital desde ese país. Esto es evidente, pues fue en 2022 cuando se empezó a observar flujos de desinversión y menor reinversión de utilidades. Estos factores fueron:
1. Los esfuerzos por proteger tecnologías bajo el argumento de seguridad nacional y evitar el espionaje.
2. La estricta política de cero Covid de China, que ocasionó incrementos en los costos logísticos y mayores tiempos de entrega de las exportaciones chinas.
3. El inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, pues China es visto como un aliado de Rusia y en el futuro podría ser sujeto de sanciones.
4. Las tensiones políticas entre China y Occidente, por las disputas relacionadas a la soberanía de Taiwán.
5. El inicio del ciclo alcista en la tasa de interés de Estados Unidos, pues se desincentiva el gasto en la inversión fija, tanto por el elevado costo de tomar créditos para nuevas inversiones, como por el alto costo de oportunidad que implica seguir reinvirtiendo las utilidades.
RIESGO PARA LA ECONOMÍA DE CHINA, OPORTUNIDAD PARA EL MUNDO
Destaca que 4 de 5 factores están relacionados con la posición que las grandes economías, particularmente Estado Unidos, han tomado respecto a la política interna de China. Aunque China nunca fue considerado un aliado comercial, se permitía que las empresas aprovecharan los bajos costos de mano de obra para producir y exportar desde ahí. Ahora, China es considerada un posible factor de riesgo de desestabilización del mundo y casi una economía non grata en relaciones político-comerciales.
El mundo no se ha enemistado abiertamente con China, pero ha dejado de invertir en ese país, dejando en claro que las políticas internas de ese país que han dañado al mundo (pasando desde temas laborales, fiscales hasta la política de Cero Covid, relaciones con Rusia y la presión sobre Taiwán) no quedan impunes.
De hecho, los datos mensuales de inversión extranjera directa en China muestran caídas anuales desde marzo de 2023 hasta el último dato disponible de enero 2024. Los factores anteriores dan la idea que 2024 podría ser, igual que 2023, un mal año para la inversión extranjera directa en China. Esto es un riesgo para la economía de China y una oportunidad para el mundo, pues esa inversión tratará de relocalizarse en otro país.
Con esto en mente, es previsible que la oportunidad del nearshoring termine cuando las grandes economías cambien su postura sobre la política de China o cuando las empresas que están en China ya hayan terminado de relocalizarse a otras partes del mundo.
En este contexto, la postura respecto a China podría perdurar al menos hasta 2029, cuando concluya la siguiente administración presidencial en Estados Unidos, pues tanto el presidente Biden, como Donald Trump, virtual candidato del partido republicano, podrían seguir con el mismo enfoque ante China.