UNA PERSPECTIVA
Y vienen la pregunta, ¿por qué este segmento de la población no quiere, no puede o no le interesa compenetrarse más en el sistema financiero? Porque, por ejemplo, los miles de cuentas que reciben las remesas pueden considerarse como población bancarizada, pero la realidad es que no lo está y básicamente dispone del total de sus saldos transferidos para consumo u otras alternativas.
Uno de los estudios más “repudiados” por el sector bancario, es una publicación que hizo el Gobierno de México en 2019 a través del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) a través de su autora, Ana Laura Martínez Gutiérrez, titulado “Quien tiene acceso al crédito en México”, un experimento sobre discriminación por tono de piel, donde señala claramente como hay sesgos y prejuicios entre los prestadores del Sector Financiero, principalmente bancario, para poder prospectar a su clientela e inclusive la discriminación y maltrato que sufren sectores de la población precisamente por su apariencia.
Cuando yo leí el estudio he de confesarles que revise la metodología, la evidencia recogida por los actores, las sucursales bancarias en cuestión y sus zonas, y no puedo más que decir que, si bien pudiera no tener la solidez de un estudio que tuviera muestras y regiones más amplias, es innegable que existe el problema y que, salvo contados casos, las instituciones financieras no han sido entrenados para afrontarlo con éxito.
Algo similar señala Gabriela Warketin como sesgos antropológicos que tenemos en México para con nuestra población, y hasta el IMCO tiene un estudio que señala ¿Para que sí importa el color de piel en México? Que llevo a cabo a través de una encuesta entre mexicanos de 25 y 64 años con el INEGI.
Traigo este aspecto de discriminación porque nuestro tema es más profundo. La inclusión financiera por sí misma no es un fin, sino un medio para lograr un mejor bienestar. Pero antes de poder ir más rápido, tenemos que lograr una inclusión social que evite estos sesgos tan hirientes entre nuestro propio pueblo, y donde podamos tener una vinculación y un relacionamiento natural entre los habitantes de este país, con independencia de sus clases sociales.
Un ejemplo de ello se plasma en el libro “La Soledad, mi compañera de vida”, escrito por Luis Haime Levy, y dedicado a “Los indígenas de México con respeto y admiración”, en el que se destaca la jornada de Xänthé Jiménez y se presenta la vida tan dura de nuestra gente rural, que nada tiene que ver con pensar en ahorrar o en asegurar un bien, solamente con subsistir.
La malformación de un desarrollo educativo, las enormes tasas de abandono, por tener que trasladarse a primarias y secundarias lejos de sus lugares de residencia, hacen palidecer la problemática de no tener una adecuada inclusión financiera.
LOS “COMOS”
Con motivo del Día de la Mujer, muchos colegas han tomado el tópico de la Inclusión financiera para destacar que las mujeres en nuestro país tienen un rezago muy importante, lo relevante que es apoyarlas y diseñar programas especiales para su situación y problemática, y para que ellas puedan tener herramientas para ser más resilientes en crisis o momentos de estrés económico.
Según un estudio del Banco Mundial publicado en 2021, el 47% de las mujeres en México tienen una cuenta bancaria, en comparación con el 63% de los hombres. Además, sólo el 16% de las mujeres tiene un crédito formal, en comparación con el 26% de los hombres. Asimismo, durante la pandemia, el doble de mujeres perdió su trabajo en todo el mundo (64 millones), según el Foro Económico Mundial. La ONU estimó que, en 2021, por cada 100 hombres de 25 a 34 años que vivían en pobreza extrema, hubo 118 mujeres. Ellas ahorran menos (por que ganan menos) y viven más.
Sin embargo, sin quitar lo importante que es la asignatura de la igualdad de género, es muy importante lograr esa inclusión social en las comunidades más alejadas y atrasadas de nuestro país. La distancia en algunas comunidades es de cerca de 5 km. para llegar a un poblado que cuente con, al menos, una sucursal bancaria. La dispersión para los programas sociales fue todo un reto para el gobierno.
La CNBV ha desarrollado dos encuestas sumamente interesantes: la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) la cual es una poderosa herramienta para el seguimiento de la Política Nacional de Inclusión Financiera; y la Encuesta Nacional de Financiamiento (ENAFIN) que mide la demanda de servicios del sector financiero para las empresas (incluyendo pequeñas y medianas). Los invito a que las conozcan por que arrojan datos muy reveladores sobre el apetito de individuos y de empresas para acercarse a las instituciones financieras y son muy importantes para conocer lo que nos falta para cerrar las brechas. Sin embargo, ambas adolecen de algo muy importante: los “comos”.
La manera de lograr la inclusión, revertir la situación actual o acelerar tendencias es algo que requiere un mayor análisis porque tiene que ver con esos comportamientos que están muy arraigados en nuestra población y que es necesario trabajarlos para tender puentes entre oferentes y demandantes del crédito.
Durante años, desde que la banca se extranjerizo, hemos vivido una jauja donde los bancos han tenido utilidades récord, y han pagado muy buenos dividendos a sus casas matriz. Sin embargo, la mayoría de ellos le prestan a los mismos, y aunque están bien capitalizados, el asunto es que su perfil de riesgo les impide llegar al siguiente nivel, y así sucesivamente. La Banca le debe mucho a nuestro país por las buenas cuentas que ha tenido, y se necesitan mayores esfuerzos de penetración y de ejercicio del crédito, y que salgan de su zona de confort para que puedan incluir a otros sectores de la población que también son parte de México y que merecen gozar de los privilegios de esta infraestructura.