La gestión del agua para uso urbano está a cargo de los organismos operadores, que son aquellas entidades responsables de llevar el líquido a la población a los menores costos y desperdicios posibles. Uno de los indicadores más importantes para medir el desempeño de estos organismos es la eficiencia física, que es el porcentaje de agua facturada entre el agua producida. O, dicho en otras palabras, el porcentaje del agua que realmente llega a los usuarios medida a través de la facturación. Al resto se le llama agua no contabilizada y es la cantidad de este líquido que no se factura o que simplemente se tira en las redes de distribución por fugas.
Se calcula que el agua no contabilizada en México es en promedio 40%. Este dato genera polémica pues algunos actores aseguran que esta cantidad se tira en fugas, mientras que las autoridades responsables sostienen que más bien es agua que se roban o que simplemente no se mide, y solo una minoría son fugas. La realidad es que sea cual sea la versión real no es alentadora porque implica costos monetarios que se describirán en los siguientes párrafos.
El hecho de que el agua no se mida o no se facture significa que no se cobrará a los usuarios de ninguna manera. Esto tiene como consecuencia que ingrese menos dinero al organismo y se le dificulte cubrir los costos operativos de ofrecer el servicio. Esto representa que habrá usuarios que tengan que pagar más para subsidiar a aquellos a quienes no se les factura. El robo de agua tiene las mismas consecuencias pues tampoco se factura ni se cobra.
Las fugas de agua representan costos en varios sentidos. Por un lado, genera la misma problemática de falta de entrada de recursos financieros al organismo, pues el agua entra al sistema de distribución pero no se cobra.
Por otra lado, es lamentable que el líquido se vaya al subsuelo o se tire porque podría contaminarse al entrar en contacto con otras sustancias o, en el mejor de los casos, tardará tiempo en ser utilizado de nuevo una vez que regrese a los mantos acuíferos.
Adicionalmente, se realizan obras de infraestructura lejos de las ciudades para traer agua de cientos de kilómetros o incluso de otras cuencas. Esto genera costos financieros para los usuarios y para los gobiernos por la inversión en estas obras (algunas veces elefantes blancos), así como posibles daños ambientales que también representan pérdidas financieras. Asimismo, suena injustificable esta infraestructura para traer agua de lugares lejanos cuando el suministro se incrementaría sustancialmente si se repararan las fugas.
Si el agua no se mide o factura no se cobrará a los usuarios de ninguna manera, por lo que ingresará menos dinero al organismo y se dificultará cubrir los costos operativos para ofrecer el servicio con las consecuencias que ya comenzamos a vivir.
El problema del agua lejos de solucionarse se agrava año con año. Las autoridades se han enfocado en el incremento de la oferta a través de la construcción de presas y acueductos, muchas veces cuestionables desde el punto de vista ecológico e inviables políticamente.
PÉRDIDAS DE AGUA AGRAVAN LA SEQUÍA
Sin embargo, observamos que este problema lejos de solucionarse se agrava año con año. Desafortunadamente el discurso de los promotores de la eficiencia sigue siendo el mismo: que se reparen las fugas y se disminuya el agua no contabilizada. No obstante, las autoridades se han enfocado en el incremento de la oferta a través de la construcción de presas y acueductos, muchas veces cuestionables desde el punto de vista ecológico e inviables políticamente.
En lo personal, y en lo general, no me encuentro en contra de este tipo de obras, sin embargo me parece que hay un gran margen de maniobra para incrementar la eficiencia física de los organismos, misma que se encuentra en un 60% en promedio en México, cuando me parece que con voluntad política se podría llegar a niveles cercanos al 85%.
Históricamente se ha evitado solucionar este problema por los costos políticos que implica. Es mejor hacer una obra vistosa que enterrar el dinero en el subsuelo y molestar a la población abriendo las calles. Hace algunos años no había problema, sin embargo la sequía hace que salgan a la luz estas situaciones que se han señalado durante varios años.
No obstante, me parece que hay esperanza, pues existen tecnologías menos intrusivas para reparar las fugas que podría hacer menos costoso políticamente el arreglar este problema. Asimismo, la empatía de la población con el problema de escasez de agua podría impulsar una mejor gestión de los organismos incrementando la medición y facturación para potencialmente generar más recursos que les permitan ser más autosuficientes financieramente, pues muchos de éstos no lo son.