El sistema financiero del país ha experimentado cambios profundos en las últimas décadas y cuenta actualmente con una amplia diversidad de integrantes. Ese proceso de transformación vino acompañado de importantes cambios regulatorios. En todas las regiones, en los países desarrollados y emergentes había una nueva realidad que atender con nuevos actores, instrumentos y “formas de hacer las cosas”.
Fintech, criptodivisas, ciberseguridad ya estaban en el vocabulario el cual tuvo que ampliarse para hacerle un espacio más amplio a conceptos como blindaje digital, autenticación, cultura de control… por lo que los reguladores de todos los países, incluido el nuestro, tuvieron que responder a un nuevo escenario en el que los jugadores se multiplicaron y las normas se extendieron. Esta realidad es la razón de ser de Normatividad Bancaria 2025. Por ello le acompaña el título “Análisis y perspectivas de una industria en disrupción”.
El análisis comienza con las reflexiones que Gabriel Velasco hace sobre el sistema financiero mexicano al inicio del Siglo XXI. En el capítulo “Reflexiones sobre 25 años de evolución del sistema financiero mexicano”, el autor señala que operar en las condiciones actuales ha sido posible gracias a una disciplina macroeconómica sostenida y a reformas fundamentales, como la autonomía del Banco de México, el desarrollo de una curva de tasas de interés, la adopción de una regulación apegada a las mejores prácticas internacionales y el establecimiento de mecanismos de seguridad financiera, que en su conjunto han fortalecido la estabilidad y modernización de nuestro sistema financiero.
En el siguiente capítulo, Guillermo Pacheco González argumenta que en el sector financiero no se puede concebir una sana promoción de los diversos productos sin tener en cuenta una fuerte cultura de control preventivo, la cual debe comenzar al más alto nivel organizacional y permear hacia el resto de la organización. El capítulo lleva por título “Cultura de control: cambios transformacionales”, y aborda las disposiciones para la prevención de fraudes internos y externos, los riesgos de tecnología avanzada y la contraparte: su uso como mecanismo de defensa.
El siguiente capítulo es “Regulación para la ciberseguridad como una reacción para la prevención”. Rafael Ulises Lozano Argueta, inicia su participación haciendo referencia al ciberataque que se registró entre abril y mayo de 2018 en México –que afectó a cinco instituciones financieras y dejó un daño de aproximadamente 300 millones de pesos–, lo que obligó a revisar y fortalecer las prácticas de seguridad cibernética en el sector financiero a través de controles y políticas de seguridad más estrictos. El autor, además lleva a cabo un análisis de la regulación en esta área.
En el capítulo “Seguridad financiera a través del blindaje digital”, de la autoría de José Mendoza, se plantea que regulación y tecnología hacen una mancuerna de gran interés. Parte de que el concepto de blindaje digital va más allá de la simple implementación de herramientas tecnológicas, pues implica un enfoque estratégico y dinámico que abarca múltiples frentes: inversión en infraestructura tecnológica, capacitación continua del personal y educación al usuario final.
A este capítulo le sigue “Blindaje digital: un estudio de caso para la autenticación” que documenta Jaime González-Gasque quien parte de la autenticación biométrica que comenzó a ganar relevancia en México a partir del año 2000 por tres razones entrelazadas: el crecimiento exponencial de los servicios digitales, garantizar seguridad en las transacciones por la creciente sofisticación de los fraudes y cumplir con regulaciones más estrictas ante la evolución que se registraba en las instituciones bancarias.
Los siguientes dos capítulos tienen su foco en la tecnología de los desarrollos más recientes. Primero Eduardo Rodríguez Venegas y Luis A. Hernández Arámburo plantean la regulación de los criptoactivos y luego Ankit Sharma y José Antonio Quesada abordan los retos y oportunidades para pagos transfronterizos de los stablecoins.
De los criptoactivos Rodríguez y Hernández señalan que la regulación tiene el gran desafío de mitigar los riesgos al tiempo de fomentar la innovación y permitir un crecimiento ordenado del mercado, protegiendo tanto la integridad del sistema financiero como la de los inversionistas menos sofisticados. Señalan las diferentes regulaciones que hay entre países y regiones, destacando el objetivo común: proporcionar estabilidad y confianza para la integración de las tecnologías financieras.
Por su parte Ankit Sharma y José Antonio Quesada en el capítulo “Stablecoins: retos y oportunidades para pagos transfronterizos” señalan que los marcos regulatorios para las criptomonedas y las stablecoins están en constante evolución y las políticas cambian de manera importante entre diferentes jurisdicciones, por lo que la falta de claridad y consistencia en la regulación crea un entorno incierto para los emisores y los usuarios. Refieren que la creciente preocupación por el impacto de las stablecoins en la estabilidad financiera ha llevado a algunos reguladores a considerar la implementación de normativas más estrictas.
Ante este escenario Sven Stumbauer desarrolló el capítulo “El amplio y creciente alcance de los organismos reguladores de Estados Unidos y su impacto en las instituciones financieras estadounidenses y no estadounidenses” abocándose a los esfuerzos de prevención de lavado de dinero (PLD) en el contexto del auge de las monedas digitales y la creciente complejidad de las operaciones financieras.
Stumbauer señala que uno de los cambios más definitorios ha sido el fuerte incremento en las sanciones financieras impuestas a las instituciones que incumplen las leyes de PLD, lo que han obligado a las instituciones a mejorar sus programas de cumplimiento, adoptando tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial y el aprendizaje automático para detectar y prevenir transacciones sospechosas, lo que ha cambiado el enfoque de un cumplimiento reactivo a la anticipación de los riesgos; sin embargo, incluso con estos esfuerzos, persisten importantes desafíos.
El siguiente capítulo lleva por nombre “El ecosistema fintech en América Latina: innovación, regulación y desafíos”. Vanessa Veintimilla y Jorge Pérez examinan el desarrollo del ecosistema fintech a nivel general y en siete países de América Latina, analizando cómo cada uno ha abordado la regulación, la digitalización de servicios financieros y la adopción de modelos de negocio innovadores. También se presentan casos de éxito y estrategias implementadas para fomentar la competencia, mejorar la eficiencia de los sistemas de pago y ampliar el acceso a servicios financieros.
Un capítulo especial en este libro es el dedicado al análisis de la regulación secundaria de la Ley del Mercado de Valores de México, emitida recientemente, con la que, según las autoridades, se permitirá el acceso a financiamiento de hasta 70,000 millones de pesos al año para Pymes. Este tema es importante porque, entre otras cuestiones, plantea la necesidad de adaptar la normativa a las necesidades. El capítulo “Nuevas reglas para el mercado de valores” corresponde a Fernando Obregón y José Antonio Quesada.
Pero en una época en la que en meses avanzamos años en términos de habituarnos al uso de la tecnología, no se puede privar a las empresas de un marco regulatorio que les permita hacer frente –en términos de disposición de recursos financieros– a la disrupción que se presenta en el sector financiero, de ahí que este libro cierre con el capítulo “Productividad, innovación y eficiencia, los retos de la banca” de la autoría de José Antonio Quesada.