Las candidatas vociferan constantemente de llevar “decenas de puntos de ventaja”, o bien “se está acortando la diferencia”. Hay encuestas de todo tipo, desde las pagadas por candidatos y partidos políticos y, por ende, sesgadas, pasando por unas hechas al vapor sin rigor metodológico (las llaman “patito”), hasta unas pocas que son serias y objetivas. Sin embargo, no debe olvidarse que una encuesta sólo muestra la preferencia electoral del momento, ya que parte de la pregunta “si hoy fuese la elección, ¿cómo votaría?”. Sólo son una fotografía de hoy y, por lo tanto, son poco útiles para predecir el resultado de una elección. Claro que a mayor cercanía con la fecha de la elección, mayor coincidencia de la encuesta con el resultado. Pero una encuesta no es un pronóstico del resultado de una elección.
A pesar de ello, las casas encuestadoras en el mundo son criticadas por su pronóstico inexacto. Cabe entonces la pregunta: ¿por qué las encuestas electorales son un mal predictor de las elecciones? Además de lo que ya se mencionó, hay varios factores:
En primer lugar, las encuestas electorales a menudo se basan en muestras que pueden no ser poblacionalmente representativas. Las empresas encuestadoras suelen seleccionar una muestra de individuos con el objetivo de reflejar la demografía del electorado. Sin embargo, enfrentan varios desafíos como las bajas tasas de respuesta y la exclusión de ciertos grupos demográficos o técnicas de muestreo inadecuadas, lo cual puede conducir a sesgos en los resultados.
Segundo, las preferencias de los votantes pueden ser cambiantes debido a que reaccionan al contenido de las campañas con lo que, por ejemplo, una misma muestra de un mismo grupo de edad mostrará variaciones en el tiempo. Además, se sabe que un porcentaje de los que participan en una encuesta al final no votan. Tercero, las encuestas a menudo se basan en intenciones autoinformadas de los encuestados, que pueden no siempre estar alineadas con su comportamiento real el día de las elecciones.
Ver nota completa
* Economista egresado del ITAM. Cuenta con Maestría y estudios de doctorado en teoría y política monetaria, y finanzas y comercio internacionales. Columnista de El Economista. Ha sido asesor de la Junta de Gobierno del Banxico, Director de Vinculación Institucional, Director de Relaciones Externas y Coordinador de la Oficina del Gobernador, Gerente de Relaciones Externas, Gerente de Análisis Macrofinanciero, Subgerente de Análisis Macroeconómico, Subgerente de Economía Internacional y Analista.
X: @frubli
Este artículo se publicó originalmente el
12 de marzo de 2024 en el periódico El Economista.
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión del IMEF.