Ya en el pasado la economía global había enfrentado situaciones críticas, realizando el ajuste necesario para superar los problemas. Basta recordar la crisis financiera de 2008-09. Otro episodio complejo fue el de la fuerte apreciación del dólar que llevó en 1985 al histórico acuerdo de coordinación cambiaria entre el entonces G5, conocido como el Acuerdo del Hotel Plaza para ordenadamente depreciar al dólar y hacer que la economía mundial se ajustara. Pero en esa ocasión la inflación era la menor en 20 años con bajas tasas de interés. Estados Unidos, a diferencia de sus pares europeos y Japón, crecía y tenía déficits en cuenta corriente. El peso del ajuste recayó mayoritariamente en Estados Unidos. En ese país, el crecimiento se desaceleró, los flujos comerciales contribuyeron al ajuste, la cuenta corriente se volvió superavitaria y sobrevinieron presiones inflacionarias moderadas. Fue un acuerdo de cooperación sin precedentes para revaluar al dólar a lo largo de dos años mediante intervenciones cambiarias concertadas entre los bancos centrales.
Dada la complejidad actual, el ajuste hacia el equilibrio tendrá que ser en tres etapas: la primera, controlar la inflación mediante la política restrictiva con los costos ineludibles de una recesión y una apreciación del dólar; la segunda, una vez alcanzado dicho objetivo, iniciar un ciclo gradual decreciente de tasas de interés con una reactivación económica, con una depreciación ordenada del dólar y el paso a déficits en cuenta corriente. Es muy importante que en esa etapa no se abuse de intervenciones cambiarias; la depreciación nunca es un buen sustituto para los ajustes macroeconómicos requeridos, principalmente el de las finanzas públicas. La tercera etapa, es la consolidación del equilibrio.
No obstante, la primera etapa puede llevar un tiempo considerable, no sólo por el rezago con el que actúa la política monetaria, sino que en la medida en que la crisis energética y las disrupciones a las cadenas de valor cedan, es probable que la inflación subyacente aumente, debido principalmente a la política fiscal expansiva, un común denominador en todo el mundo. Ello podría desanclar las expectativas de inflación y podríamos entrar en un proceso de expectativas autocumplidas.
Los bancos centrales no pueden hacer todo el trabajo; se requiere que la política fiscal esté alineada con la monetaria. No en vano hay un dicho en el FMI de que sus siglas IMF significan “it´s mostly fiscal”. He aquí una importante lección para México.
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Economista egresado del ITAM. Cuenta con Maestría y estudios de doctorado en teoría y política monetaria, y finanzas y comercio internacionales. Columnista de El Economista. Ha sido asesor de la Junta de Gobierno del Banxico, Director de Vinculación Institucional, Director de Relaciones Externas y Coordinador de la Oficina del Gobernador, Gerente de Relaciones Externas, Gerente de Análisis Macrofinanciero, Subgerente de Análisis Macroeconómico, Subgerente de Economía Internacional y Analista.
Twitter: @frubli
Esta nota se publicó originalmente el 25 de octubre de 2022 en el periódico
El Economista.